Cuando empecé a pensar cómo quería que fuese mi boda no tardé nada en imaginarme una ceremonia y una cena al aire libre, con una guirnalda de bombillas en la pista de baile y un grupo de música indie que lo amenizara todo.
Empecé a pedir presupuestos y a llevarme las manos a la cabeza. Mi ahora marido y yo llevábamos meses sin cobrar en la empresa en la que trabajábamos y parecía difícil pagar "la-boda-de-mis-sueños-que-sólo-va-a-ser-una-vez-en-la-vida".
Un día de esos que lo veía todo complicadísimo mi amiga Myriam, que es lo que mi abuela definiría como una chica "muy apañá", me dijo que las decoraciones cuquísimas de las fotos que le estaba enseñando (y por las que no podía pagar) las podíamos hacer nosotras.
Yo la miré raro, porque yo manitas lo que se dice manitas no soy... pero con un montón de ilusión, de tirones de orejas a mi entonces novio y tiempo (y la ayuda de Myriam, de su marido y de un par de duendes más, claro) quedó todo requete bonito. Fue un día especial y nuestros amigos se quedaron con lo más importante: con el pedacito de nosotros que pusimos en los detalles.
Así que ante la pregunta "¿es necesario tener mucho presupuesto para tener una boda preciosa?" yo digo que no. Eso sí, cariño y paciencia todos los del mundo.